martes, 21 de febrero de 2012

Per se, persecución.

Las ganas de amarme les nacen directamente de las bolas. Hombres empotados con  girls que just wanna have fun. El primero que me tocó fue el más loco…  Camilo era ingeniero, trabajaba en el aeropuerto, vivía solo. Lo conocí en un concierto de los Difuntos Correa (tiene 3 segundos para reírse) Tenía 28, yo 17.  Me siguió por años, me ofreció casa y el pago completo del arancel universitario, lo que, por supuesto, no acepté (maldición). Años más tarde, cuando ya habíamos perdido  contacto, llamó un día para pedirme que fuera la madrina de su hijo. No sé que es de él, probablemente huevea lolitas por el mundo para poder mantenerlas  a cambio de sexo con pendejas sin pendejos (es la moda, no?).
Mi segundo Psicópata fue Mario, amigo del patas negras de mi amiga Anaís. Un flaite de primera, con mala ortografía y que hacía piruetitas en su bicicletita, con poleras BMX y toah esah manoh. Me lo comí de curá, y de curá acepté que me fuera a dejar a mi casa (Estúpida, ahora sabe dónde vives) Al otro día, los mensajes de texto reventaron mi celular, salimos otra vez (porque puta, era amigo del amante de Anaís) y otra vez y otra vez (era rico el flaite e’mierda) Hasta que enloqueció, y cuando dejé de contestarle el teléfono, apareció en mi casa un día de Julio, mojado hasta las cachas “preocupado” porque no le contestaba. Aweonao.
Mi tercero fue un ex pololo, Daniel. Si tuviera que buscar 2 conceptos para definirlo, serían: “Celoso y eyaculador precoz”.  Era como una versión ligeramente civilizada de “El celoso” del club de la comedia… “ligeramente”. Y bueno, esta vez no entraré en detalles respecto a “las siempre rapiditas” porque el ser malo en la cama no lo hace loco a él,  sino más bien a mí, por aguantar que me lo pusieran y ni enterarme (Sí, además la tenía chica) Pobre Daniel.
El cuarto… El cuarto fue hace poco. A Juan lo conocí afuera de un bar, en Viña del mar. Guapo, le venía con el ojo claro, la zapatilla Converse y la chaquetita ondera de cuero. De todo mi gusto. Yo andaba con mi amiga Graciela, ella, como siempre (o casi siempre) andaba más sobria que yo… Con Juan discutimos, porque me dijo que Nirvana no era grunge (¿?) (Ahora que lo pienso, la weá partió muy mal) Entre dimes y diretes el lolo pidió mi teléfono,  y claro que se lo di pues! Si estaba pa hacerle un queque! Salimos un par de veces después de eso… La primera vez que lo vi sobria me encantó, la segunda me gustó, la tercera no tanto y la cuarta lo odié. Era de esos weones calugas que te miran a los ojos siempre (gaia, siempre) me tomaba la mano, me olía y me daba besos y ahahaha, muérete. Ah! Pero no conté lo mejor!… Un día X, tenía yo que bailar en una plaza X por razones X. Jamás le dije a Juan donde estaría esa tarde, pero se las arregló para averiguarlo y llegar por entre la multitud argumentando haber sentido mi olor. DIJO QUE LLEGÓ PORQUE SINTIÓ MI OLOR CSM. Locura máxima. Ayer le di la cortá, lo traté de básico y me encontró razón. Pollo.
Y sí, señoras y señores, tengo un quinto: Ignacio es un pollito recién salido del cascarón, 6 años menor que yo y parece ver en mí a su MILF. Le pararía los carros si no fuera por el instinto maternal que despierta en mí (chequeteeeto) Mi gran problema es que el lolito es total y absolutamente un cheque a fecha, pero no, ni cagando lo espero… De aquí a que el bebé aprenda a culiar como la gente yo voy a estar llena de celulitis y un poco amargá, por no habérmelo culiado cuando pude.

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